domingo, 7 de noviembre de 2010

Santa Fe: urbanismo chafa

Reproducimos la nota que Guillermo Osorno publicó en El Universal.

De ser una zona de minas de arena y un tiradero de basura, Santa Fe se convirtió en una ciudad corporativa, contenida en una gran urbe y bajo el control vecinal. Fue planeada para ser autosuficiente, cosmopolita, “exclusiva” y aglutinante del poder financiero, siguiendo algunos esquemas aplicados en Estados Unidos y ciudades europeas.

El acceso de entrada y salida de Santa Fe es uno de sus problemas crónicos pues no sólo representa tiempo y molestias para quienes van a trabajar o a estudiar sino también para los habitantes de la zona. Este problema se desborda a las colonias vecinas como Lomas de Chapultepec y sus principales vialidades, Reforma y Palmas, que se ven afectadas a las horas pico por el intenso tránsito vehicular.

Aunque su ubicación la sitúa en dos delegaciones - Álvaro Obregón y Cuajimalpa - Santa Fe no rinde cuentas a las demarcaciones, ni recibe dinero o servicios de ellas. La razón: no hay presupuesto.

Los problemas de esta zona son crecientes pero nadie parece ocuparse de ello, una y otra delegación se echan la bolita. Mientras tanto, los habitantes y quienes ahí trabajan padecen problemas como falta de agua y, sobre todo problemas viales continuos así como un pésimo servicio de transporte público.

Un día de trabajo en Santa Fe

A las dos y media de la tarde, el pabellón de comida del centro comercial Santa Fe es uno de los centros neurálgicos de la zona. Oficinistas que portan alrededor del cuello o la solapa la credencial de su empresa comen en medio de pantallas de plasma que anuncian autos; encima de mesas están impresos anuncios de teléfonos celulares. También se ven anuncios de Subway, Burger King, Henko Grill, China Town, y unas hamburguesas que se llaman Sixties. Hay una gran bola de helados Holanda “hechos con leche”. Por allí y por allá deambulan otros oficinistas que son un anuncio andante, por ejemplo: dos chicas llevan tatuada en la camisa rosa el logotipo de Hot Wheels y de la muñeca Barbie.

Bienvenidos a la zona más globalizada de la ciudad.

La actual Santa Fe debe su nombre al pueblo aledaño donde Vasco de Quiroga (ahora una avenida) catequizó indígenas. La zona fue, durante la colonia y aún en el México independiente, un lugar de pastoreo y de cierta actividad minera. A principios del siglo pasado se convirtió en una mina de arena para satisfacer las necesidades de la industria de la construcción. Los huecos en la tierra perturbaron para siempre el paisaje. En los años 60, debido al creciente costo de extracción de la arena, se optó por convertir la zona en un basurero. Pero en los años 90, en pleno optimismo salinista, se cumplió el proyecto de convertir aquellos basureros en una zona de primer mundo. Para adquirir las 946 hectáreas de este pedazo de ciudad, los políticos y desarrolladores presentaron una imagen desoladora de la zona, rodeada de montañas de basura, de donde emanaba un olor fétido. Pero a los posibles inversionistas en el futuro, la zona fue promovida como el nuevo polo moderno de la ciudad, rico y arquitectónicamente deseable. Hubo extraordinarios estímulos para que se instalaran allí universidades privadas, así como las oficinas centrales de grandes corporativos. En 1995 se abrió el centro comercial Santa Fe, entonces el más grande y lujoso centro comercial de América Latina, con 108 mil metros cuadrados, 300 tiendas y 14 salas de cine.

Con el paso del tiempo, Santa Fe se ha convertido en un ejemplo de urbanismo chafa, lo peor que nos ha dejado la globalización mal entendida, que hace la vida más o menos miserable a sus habitantes y visitantes. Uno de los dolores de cabeza de esta zona es la falta de espacios públicos, lo cual obliga a la gente a pasar todo el día encerrada en su edificio de apartamentos o en las oficinas, la mayoría de ellas dentro de grandes complejos con comedor incluido. Pero una verdadera migraña es el tráfico. Santa Fe está diseñada para los autos. Tiene una oferta limitada de transporte público y simplemente no tiene suficientes vías de acceso y salida. Son leyenda las estrategias de la gente para lidiar con el problema. Pero una de las más extrañas son los taxis de la muerte. Se trata de colectivos que salen del Metro Tacubaya. Juntan a tres o cuatro oficinistas que van más o menos al mismo lugar y prometen llevarlos en tiempo mínimo, tomando atajos inverosímiles o peligrosísimos como ir en sentido contrario por la avenida Constituyentes.

Otro rasgo deplorable de Santa Fe es su vocación de burbuja. Sus desarrollos inmobiliarios son vendidos como espacios autosuficientes. City Santa Fe es un ejemplo: se trata de un desarrollo de cuatro torres con gimnasio, spa, salón de usos múltiples, centro de negocios, guardería, alberca, pista de jogging y plazas con fuentes. Tendrá servicio de restaurantes, bares, cafés, tiendas de moda, librerías, florerías y galerías. La arquitecta Fernanda Canales escribió sobre el proyecto: “La arquitectura y la planeación están reproduciendo la segregación y la intolerancia. Una ciudad más segregada es propensa a promover conflictos más que prevenirlos, ya que el entorno urbano que genera es profundamente antidemocrático”.

De regreso, en el patio de comida, un trabajador terminó con su hamburguesa, sus papas y su refresco de dieta. Se sentía culpable por lo mal que había comido. Se fue al baño para quitarse la grasa de las manos, pero el grifo sensible al movimiento no sirvió por más que agitó las manos. “Santa Fe son malas noticias”, pensó.

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