lunes, 23 de agosto de 2010

Vialidad: dos opciones

Onésimo Flores Dewey
Urban Studies and Plannning,
MIT.


Si un señor muy gordo descubre que sus pantalones no le quedan, tiene dos opciones: comprar una talla más grande o bajar de peso.

Iguales son las opciones que tiene la ciudad de México para combatir su creciente problema de congestionamiento.

Para creer que una autopista urbana reducirá el tráfico, hay que ser demasiado optimistas: pretender que tanto el número de coches como el número de inmuebles construidos en esa zona se mantendrán estáticos. Pero así como el pantalón ancho le da al gordo un falso sentido de comodidad, la Supervía hará que los capitalinos subestimen los “costos” de vivir o trabajar en Santa Fe. Pronto el pantalón del gordo volverá a apretarse y la Supervía quedará rebasada por un super-embotellamiento.

Los promotores defienden el proyecto diciendo que se construye con dinero privado y que permitirá canalizar recursos para el transporte público. Ambas medidas son positivas y representan un avance con respecto al segundo piso del Periférico. Sin embargo, ninguno de estos argumentos justifica la obra.

Hay otros proyectos atractivos para la inversión privada y mucho más consistentes con una agenda sustentable. Por ejemplo, casi 1 millón de ciudadanos hacen diariamente el cambio de pesero a Metro en la terminal de Pantitlán, en un ambiente plagado por el desorden, la inseguridad y la ausencia de servicios.

¿Por qué no abrir a la inversión privada la remodelación y operación de esta terminal? Hacerlo permitiría mejorar la experiencia de los usuarios de transporte público, pero además podría generar un flujo para financiar la construcción de Metrobús y ciclovías en toda la ciudad, como ya están haciendo en Porto Alegre, Brasil. Y en todo caso, la Línea 3 del Metrobús ya se construye con recursos privados en una asociación con Cemex.

¿Por qué no continuar con este modelo? Según el argumento más sofisticado en favor de la Supervía, esta obra es necesaria para “ganar tiempo”: la obra evitará en el corto plazo el colapso vial del poniente del DF, mientras que el gobierno gana tiempo y dinero para planear y construir alternativas de movilidad sustentable. En otras palabras, la estrategia es comprarle al gordo un pantalón más ancho y ahorrar 1 peso por cada bolsa de papitas que se coma para financiar su dieta.

Es cierto que el tráfico hacia Santa Fe es intolerable. Pero al mismo tiempo, las cuatro delegaciones centrales del DF siguen perdiendo población. Si hay que dedicar tiempo, capital político y recursos a solucionar algo, habría que priorizar lo segundo. La autopista urbana no hace sino acelerar la dispersión geográfica (sprawl) de la ciudad, una tendencia que profundiza nuestra creciente dependencia en el automóvil y sabotea el sueño de una ciudad diferente.

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